Cancún, Q. Roo, 20 de mayo de 2025.- En seguridad, como en la vida, la confianza no se gana con una cifra. Se gana con acciones sostenidas, con justicia real, con oportunidades para los jóvenes, con una sociedad activa, critica y participativa.
Qué bueno que el fiscal general del estado, Raciel López Salazar, dé buenas noticias. En un país donde lo cotidiano son los sobresaltos, enterarse de que los homicidios dolosos han disminuido un 47% en Quintana Roo durante el primer cuatrimestre del año, en comparación con el mismo periodo de 2024, es como encontrar un respiro en medio del caos.
Según el reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se registraron 126 víctimas frente a las 237 del año anterior. Una diferencia notable, sin duda. Pero el mismo informe también deja entrever lo que muchos sabemos, aunque preferimos callar: el 93% de esos homicidios están relacionados con el narcomenudeo. Solo el 7% proviene de riñas, es decir, de conflictos personales. Lo demás, lo más grave, es producto de una violencia estructural, silenciosa, enquistada y profundamente peligrosa.
¿Significa esto que vivimos más seguros? ¿O solo que los grupos delictivos están en tregua o en reacomodo? ¿Hasta qué punto una disminución estadística refleja una transformación real en nuestras calles, en nuestras colonias, en nuestras vidas?
Porque aunque las cifras digan una cosa, la percepción ciudadana dice otra. Basta con hablar con la gente que vive en Cancún, en Playa del Carmen, en Tulum o en Chetumal.
Nadie baja la guardia, nadie siente que puede dormir con las puertas abiertas. Seguimos viviendo en un entorno donde se paga derecho de piso, donde los comerciantes temen extorsiones y donde los jóvenes crecen rodeados de “oportunidades” fáciles, pero riesgosas.
La buena noticia es que algo se está haciendo. Que hay coordinación, que hay operativos, que hay voluntad. Pero el trabajo está lejos de concluir. Si el 93% de los homicidios se relaciona con el narcomenudeo, entonces el problema es mucho más profundo que la estadística: es social, es económico, es cultural.
Imaginemos por un momento que las cifras fueran otras: que aumentaran, que duplicaran, que regresáramos a los niveles más altos de violencia. ¿Estamos preparados para enfrentar esa realidad? ¿Estamos construyendo las bases para prevenirla? ¿O solo estamos celebrando números que podrían cambiar de rumbo mañana? (Luis Mis)
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