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Comunicadores confundidos; no sólo informan, sino provocan la violencia

  • Foto del escritor: Omar Alex
    Omar Alex
  • 22 sept
  • 2 Min. de lectura

Cancún Q. Roo, 22 de septiembre del 2025.- La tragedia ocurrida en esta ciudad de Cancún, con una joven calificada en las redes como la “roba taxis”, es el reflejo más crudo de lo que significa vivir en una sociedad donde el juicio colectivo ya no lo dicta la justicia ni la razón, sino la desinformación viral, la turba enardecida y el linchamiento digital.

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No hay denuncias en su contra, no existía una orden de aprehensión, y mucho menos un proceso legal abierto con la adolescente. Lo único que existe es el rumor amplificado por páginas de “noticias” en Facebook y cadenas de WhatsApp, que alimentaron la indignación y el enardecido de un sector que encontró en ella un chivo expiatorio perfecto. Una acusación sin pruebas bastó para que la condena fuera dictada en el tribunal de las redes sociales.

Lo que vino después es tan brutal como revelador: un grupo de mototaxistas del sindicado COR-los mismos que a menudo son señalados por prácticas abusivas, choques y extorsiones en la vía pública— se erigió en juez, jurado y verdugo. Amarraron a la joven, la humillaron, abusaron de ella y la lincharon como en los tiempos más oscuros de la inquisición. No es un hecho aislado: es un síntoma de una descomposición social que se vive en el llamado paraíso mexicano y va mucho más allá del caso puntual.

Las redes sociales convertidas en hoguera medieval, fabricaron la fama de una “ladrona y calificada como la roba taxis”, sin que mediara un expediente judicial. Y lo que en otro contexto hubiera sido un rumor más, en esta era de hiperconectividad y desinformación terminó costándole la vida.

La falta de conciencia social es evidente: no se trata sólo de una comunidad cansada de la delincuencia, sino de un pueblo que ha normalizado la violencia como forma de “justicia”. Nos hemos vuelto una sociedad que prefiere el linchamiento a la legalidad, la turba a la ley, la venganza al derecho y lo más grave, lo celebramos desde la comodidad de un celular, compartiendo “noticias” falsas que no sólo destruyen reputaciones, sino que, como en este caso, asesinan personas.

El tejido social de Cancún se resquebraja no sólo por la violencia del crimen organizado, sino por esa otra violencia más invisible y cotidiana: la que ejercemos todos al dar por hecho lo que circula en un grupo de WhatsApp, la que avalamos con un “me gusta” o un “compartir” sin detenernos a verificar.

Hoy el Estado puede ser señalado por su incapacidad, pero la sociedad también debe mirarse al espejo: ¿hasta dónde hemos permitido que el rumor sustituya a la justicia? ¿Cuántos más serán linchados por la fama que alguien les cuelgue en redes sociales?

Hoy basta un apodo viral para despertar a la bestia social. Y mientras tanto, la conciencia ciudadana sigue dormida, cómoda en la oscuridad de la ignorancia y la violencia colectiva. Texto y foto de Luis Mis

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